Revista Raíces de Papel Nº 10 ( enero-junio ) 2013

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REVISTA "RAÍCES DE PAPEL" Nº 12 ( 2014 )

domingo, 27 de diciembre de 2009

NOCHE DE REYES (con permiso de Sir William)




Noche de Reyes 
(con permiso de Sir William)



Supongo que el título de este relato que se sustenta en el recuerdo, no molestará a Sir William Shakespeare. Pues salvando las distancias solo tendrá en común con su obra, el título. Faltaría más,  después de todo la “Noche de Reyes” es patrimonio de la humanidad, o quizás solo de los niños buenos, o quizás no ... o tal vez de los que aún pueden o quieren sentirse como niños y creen que la magia es posible.  



La Noche de Reyes más antigua que archiva mi memoria, se remonta al paso del ecuador de la década de los cincuenta. Recuerdo el olor a musgo y serrín que emanaba del belén, protagonista absoluto del pequeño cuarto de estar. Todo el mundo estaba interesado en que me fuera a dormir. Yo deseaba hacerlo, pero quería estar seguro de que todo estuviera en orden. El pan para los camellos y las copitas de anís para sus Majestades. Una vez supervisado todo, daba un beso a cada uno de los presentes, me ponía el pijama y a dormir. Pero no sabía lo que pasaba, por mas que apretaba los ojos, no podía conseguirlo. Me angustiaba la idea de que pasaran las horas, y al estar despierto pasaran de largo los Reyes. 


No me trajeron nunca el “Cheminova” ese juego de experimentos de química, que año tras año incluía en la carta. Claro que gracias a Dios que fue así, y hoy puedo escribir estas líneas.



El primer regalo que recuerdo, es una caja de compases de color negro, en cuyo interior forrado de terciopelo morado, lucían como joyas los distintos elementos de dibujo. El exterior de la caja estaba un poco rozado, y como yo siempre reparé en los detalles, le pregunté a mi padre, porque estaba así. Recuerdo que me respondió, que al sacarlo, tal vez se cayó al suelo y un camello lo pisó. Yo no me quedé muy conforme, pero acepté la respuesta.



Ahora, me traen  lo que quieren, pero nunca lo que les pido. Los regalos que a mí me  gustan son los que no se pueden envolver en papel. Paz, amor, salud, el  fin de la violencia en el mundo, poder limar los picos que pueden herir a otros. No se  porqué, nunca me hacen caso, pues la verdad es que yo me siento todavía como un niño. 
Javier Bueno  
                                          
                                                                                                 


domingo, 20 de diciembre de 2009

LA NAVIDAD DE CHENCHO

Foto: http://cinefiloenmascarado.com


La Navidad de Chencho


Hoy he pasado por la Plaza Mayor de Madrid, he soñado en blanco y negro y han vuelto las imágenes de ese abuelo gritando con desesperación el nombre de su pequeño nieto perdido, ¡Chencho!… ¡Chencho!

El inolvidable Pepe Isbert con su particular voz, nos metía el corazón en un puño, contagiándonos su angustia. Luego en el reencuentro con el pequeño, respirábamos todos tranquilos y volvíamos a retomar el turrón y la zanbomba con toda la familia y el padrino (José Luis López Vázquez), que este año tampoco podrá asistir a la cena de Navidad.

De pronto desperté por los gritos de la "bulla", esa masa enloquecida cuyo fin no es disfrutar ni conmemorar nada. Atados a su primitivismo cavernario, su fin es beber, armar ruido y molestar a todo el mundo. Se colocan pelucas de color "pito verbena" o cuernos de alce luminosos, y lo invaden todo de forma compulsiva, sin importarles si es Navidad o Carnaval.

Hartos de si mismos, la emprenden con cualquier retrovisor, o los sufridos cubos de la basura que patean y vuelcan su contenido. Todo ha cambiado mucho, demasiado… falta tiempo para no sabemos que y sobran muchas sillas en la mesa de Navidad. Y siento que Chencho, soy yo.

Javier Bueno


lunes, 14 de diciembre de 2009

DEDICADO A TÍ



Siempre estarás en cada momento:

En los que no se olvidan, en los más amargos, y en los más dulces...


De niño construía cometas, con tus hilos de colores, sin saber que el viento puede ser vendaval, y nos arrastra hacia lo invisible.


Quiero volver a ser niño y revivir las dulces tardes de batidos de fresa y sueños en Technicolor, de sesión continua, para ver una y otra vez la película de nuestras vidas

Saltar sobre las olas con las sandalias transparentes, y llenar el cubo de sonrisas y nácar.

Pisar el Mediterráneo, esperando al capitán que viene de blanco

desde el séptimo cielo en su corcel de nubes para trotar sin parar sobre las espuma de los días.


No me gusta el albero salpicado de sangre, pero si los caballos

con coronas de helechos.

Va cayendo la tarde, la gris, la que dobla las espaldas y empuja las agujas contra la piel desnuda, la que deja sin norte a todas las brújulas, la que nos seca la garganta y apergamina los labios, sedientos de tan solo una gota de ánimo.

Soledad sobre el lecho, sobre el fondo de armario, donde reposa tu abrigo sabedor del desguace.


Es como mirar al cielo esperando la lluvia

Sin saber que la lluvia mana de tus ojos.

Es tiempo de sequía, de mirar a lo alto.

lunes, 30 de noviembre de 2009

A JUDY GARLAND , IN MEMORIAN





Una hilera amarilla de baldosas condujeron a Judy hasta el país de Oz. No es cierto, como se ha dicho, que allí encontrara a un sonriente hombre de paja, ni a un león blandito, ni a un ser de lata con el corazón bondadoso. Muy pronto supo Judy que todo aquello era mentira, incluso las baldosas. El mundo al que realmente había llegado era duro y hostil como ninguno. Supo tanto de soledad y explotadores como de luces y oropeles, de noches de estreno y de glamour. Su fragilidad se fue esparciendo por hoteles de lujo, sin conseguir vivir para sí misma el papel de niña feliz que debía interpretar para el cine.

La engañaron con el cuento de haber nacido estrella, hasta que un día de junio, cansada de mentiras, Dorothy voló de verdad por el firmamento. Atrás dejó su terrenal país en blanco y negro. Aquel día encontró por fin el arco iris verdadero y su propia sonrisa, perdida hacía años.

A veces los caminos nos llevan a otra parte.

Javier Bueno, del libro "Hoy he sabido que nacerás mujer" (Ediciones Cardeñoso, Vigo 1998)

viernes, 20 de noviembre de 2009

LA NOCHE SE HIZO CENIZA

Este relato está dedicado a la tía Emilia y a su limpia sonrisa que la acompañó toda la vida. Disfruté de su compañía cada vez que la vi, y no fueron muchas. Pero recuerdo que de niño le hice ver en el Cine Metropolitano de la Avenida de Reina Victoria de Madrid una tarde de jueves, la película "Los amantes del desierto" (Carmen Sevilla y Ricardo Montalbán), lo menos tres veces. Un día, hace más o menos un año recibimos la noticia de que había muerto, no nos hemos preocupado de saber dónde descansa.
A EMILIA BUENO IN MEMORIAM

Y LA NOCHE SE HIZO CENIZA...


Hacía mucho tiempo que no visitaba a la tía Emilia en Medinaceli (Soria) . Siempre la recordaré con su excelente humor y la sonrisa florecida en su rostro. De niño, recuerdo que cuando venía a Madrid (a comprarse ropa en "Vestimenta" como ella decía), era todo un acontecimiento familiar. A mi particularmente me suponía una buena propinilla, y un par de cines extras en el corto tiempo que pasaba con nosotros. Aquellos días, se transformaban en un peregrinaje de tienda en tienda buscando los vestiditos para la tía.

Ese es muy “mono”, el otro te tira de las sisas, el marrón no, que se parece a uno que tiene la Pascualina. El verde poniéndole unas tiritas de pasamanería de las que venden en Pontejos, estaría precioso. Este era más o menos el lenguaje de mi particular “safari textil”. Lo de las compras no me gustaba mucho, menudo tostón. Pero al final, tenía siempre mi premio. Unas tortitas con nata o unos cuantos tebeos compensaban las esperas de probador en probador. Pero hacía mucho tiempo de aquello. Pronto volvería a ver a la tía, que en realidad era prima hermana de mi padre.

Unos amigos me animaron para hacer una excursión, con motivo de las fiestas del “Toro Jubilo” , un rito ancestral de tortura a un animal, consistente en la colocación de bolas de alquitrán en las astas del toro. Posteriormente, el animal es embarrado por todo el cuerpo para que las gotas de la pez incandescente no le lastimen ¡Todo un detalle!

Luego se prende fuego a las bolas y el morlaco, aterrado por las llamas , corre despavorido sin saber en qué dirección por la improvisada plaza, donde los jóvenes “más valientes”, corren delante o detrás hostigándole. Esta fiesta se complementa con “El paso del fuego”, que realizan algunos expertos del también pueblo soriano de San Pedro Manrique. Sobre un par de metros de brasas , caminan llevando ( a caballito) a otro compañero.

Llegamos al pueblo de Medinaceli en una fría mañana de la mitad de noviembre. La tía Emilia, como siempre, nos recibió con su mejor sonrisa.

Dimos una vuelta por el pueblo recordando la niñez. Visitamos el arco romano donde hacía ya treinta años, otro fuego más pacífico, el de la antorcha olímpica de Méjico 68, descansó en tierras sorianas, y que pude vivir en directo gracias a mis tíos Enrique y María Luisa. Recorrí los cerros por donde la leyenda cuenta que Almanzor enterró un gran tesoro.

Degustamos los dulces del convento de las monjas, y vimos la fabricación de sus magníficas alfombras de nudo hechas a mano.

Llegó la hora del festejo y lo contemplé con dolor y vergüenza. Miraba a la gente gritando y bebiendo, portaban antorchas de paja y parecía una estampa ancestral. A mi tía no le gustaba mucho, pero al verlo todos los años desde niña, le parecía algo imprescindible.

El toro arremetía contra las tablas y las gotas incandescentes bañaban su lomo, cuanto más corría, más se avivaba el fuego. Sus mugidos eran gritos de pavor. Al final el fuego se apagó, y el animal se desplomó exhausto en un rincón. Las antorchas y el aguardiente también se fueron consumiendo. Y la noche se hizo ceniza ...


viernes, 6 de noviembre de 2009

LA VERDERONA








LA VERDERONA







La vi por la calle de Montera, caminando por la acera con destino al “más allá”


Amanecía una templada mañana de abril de 1969 sobre la isla de Mallorca. Las esfinges del Paseo del Borne de Palma agradecían sobre sus pétreos lomos los primeros rayos de sol. Los sillones de mimbre de la cafetería Antonio invitaban al reposo, y a comenzar el día con un buen café con leche y una crujiente y templada ensaimada como sólo allí puedes disfrutar. Y así comenzó el día, en toda regla, con un flamante desayuno. Era delicioso sentir los tibios rayos de sol tempraneros, y ver cómo poco a poco se desperezaba la ciudad, llenándose el paseo de transeúntes y cantos de pájaros. Estaba en viaje de trabajo, pero había llegado anticipadamente para disfrutar del fin de semana en la isla. Me alojaba en un pequeño hotel de la calle Jaime III., que se asomaba a los típicos soportales. Por fin llegó mi desayuno, aromatizado por la recién horneada ensaimada. Me disponía a cortarla, cuando una cálida y sensual voz me dijo:

  • ¿Gallego, me das un pedacito de ensaimada?

Levanté la vista y allí estaba ella, no se como describirla ¿Rita Hayworth? No, no se parecía a ella. Pero creo que sentí la misma sensación que Glenn Ford cuando la vio por primera vez en Gilda. Pelo largo castaño claro con tonos dorados, un vestido de distintas tonalidades verdes, y falda con vuelo en varias capas. Su cuerpo de perfectas proporciones, no excesivamente bronceado, daba realce a unos ojos verdes ensoñadores. Sus delicados pies, se refugiaban en unas pequeñas sandalias plateadas, que dejaban asomar unos frágiles dedos cuyas uñas estaban pintadas de un chocante verde esmeralda. El pecho no era muy grande, pero reclamaba su protagonismo a través del amplio escote.

  • ¡Yo no soy gallego, soy madrileño!
  • Es igual, yo soy argentina y para mí, todos sos gallegos.
  • Bueno pues entonces soy gallego de Madrid, y me llamo Enrique, estoy en Palma pasando el fin de semana por motivos de trabajo.
  • Yo soy Verderona, y vivo aquí también por motivos de trabajo. Veinticuatro horas de disponibilidad, como la “RENFE” y las funerarias.
  • ¡Te llamas Verderona!
  • Bueno digamos que es mi nombre artístico, me lo puso un industrial catalán que ya no viene por la isla. Tenía una corsetería de lujo, la mejor de Palma. Pero la quitó hace un par de años. Me dijo que mis ojos eran verdes como el agua de “La calobra”, y como siempre me gustó el verde, me puso Verderona y ya no me encuentro con otro nombre. El verderón es un pájaro, y como vivo en una pajarera, pues soy una pajarita. Además adoro el verde, en todo y sobre todo.
  • ¿ Qué quieres decir con que vives en una pajarera?
  • Mira (,) vivo en un hotelito cerca del Castillo de Bellver y es como una pajarera, bueno todo el mundo lo conoce por ese nombre que le viene que ni pintado. Tengo varias compañeras : Mirna que es canaria, Lorena, cubana, Conchita “ la cotorrita” porque habla muy deprisa, La “urraca”, que no te deja nunca nada y todo lo tiene escondido, la “mirla” que canta muy bien. Y doña Rosa que es la “cacatúa”. Aquí hay un dicho entre los hombres, que se ha hecho famoso, le preguntas a alguien, ¿A dónde vas? Y te contesta: A la “pajarera” a aflojar la cartera... Me hizo sonreír, y mientras la contemplaba, deseé besarla.

Pero de momento, me conformé con invitarla a desayunar. Hablaba y hablaba sin parar. Yo la miraba embelesado con la punta de la nariz blanca del azúcar “glass” de la ensaimada, ella en un momento de su animado monólogo, mojó su dedo en saliva y lo pasó por mi nariz para luego llevarlo a su boca.

  • Enrique, sos una persona dulce, muy dulce... como los que me prescribe mi doctor.
  • Si, sobre todo en la nariz, ja,ja,ja
  • ¿Cuántos años tenés?
  • Veinticinco cumpliditos en marzo.
  • Pero si sos un pibe pececito..., porque claro serás piscis ¿no?
  • Pues sí, diste en la diana
  • Yo podría ser tu mami., ya cumplí veintisiete

Verderona rió de una forma muy sensual, Enrique tomó sus manos y se fijó en un pequeño anillo con una esmeralda que llevaba en la mano derecha. Mirándola profundamente a los ojos, le dijo

  • Yo quiero cometer incesto

Ella respondió:

  • ¿En la pajarera?
  • ¡No, alquilaremos la suite más bella de Palma!
  • Creo que no es buena idea, te sentirías como el muchacho ése de esa película...
  • ¿El Graduado?
  • ¡Síiii!, ese boludo patoso
  • Me encantó, Dustin Hoffman estaba genial en esa película.

Acordaron verse por la tarde en el hotel donde se alojaba Enrique. Verderona debía fichar en cierta manera, y cambiarse de ropa. También quería tomar una ducha que la liberara de caricias y risas ajenas.

Serían las seis de la tarde cuando ella atravesó el pequeño hall del hotel, cortando el aire como con una espada de lilas. Sus zapatos verdes acharolados, de fino tacón, se hundían en la mullida alfombra de nudo. Llegó al bar y pidió al camarero un “Pipermín Frappé”, al servirle la copa la miró con deleite, recorriendo con la punta de la lengua el borde y arrastrando el azúcar que tenía pegada.

Al verla sentada con otro vestido verde sobre aquel taburete, sentí una sensación de dulce mareo y deseo súbito. Y recordé los versos del poeta Lorca dentro de mi pecho: “¡Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas!

Le entregué la llave, y subió a la habitación. Pasados unos minutos, subí yo. Mi cuerpo ardía de deseo, mientras experimentaba un ligero escalofrío muy placentero.

Al encontrarnos solos en la habitación una fuerza increíble nos lanzó al uno contra el otro, nos desnudamos mutuamente. Yo bajaba lentamente la cremallera de su vestido y recorría con mis dedos su templada espalda, al tiempo que hundía mi cabeza en su cuello y lamía el contorno de sus orejas. Al despojarla de su diminuta braga, apareció un bosquecillo verde de húmeda maleza. Sentí una mezcla de asombro y ternura. Con una explosiva sonrisa me dijo:

  • ¿No te lo imaginabas así verdad?
  • Pues la verdad..., no. Es el primero que veo así... tan verde.

Pensé que había dado una respuesta demasiado vulgar, y se lo dije, pero ella me contestó:

  • Bueno, yo entiendo que resulte chocante, pero te diré que alguien me dijo una vez una gran ordinariez.
  • ¿Y que fue, si me lo quieres contar?
  • Pues me dijo..., que nunca lo había probado con perejil. Que era como “almeja” a la marinera.

Los dos reímos abrazados por varios minutos. Hicimos el amor de una forma apasionada durante varias horas. Me dijo que siempre recordaría el “deshabillé de saliva”, que así llamaba ella a recorrer el cuerpo con la lengua húmeda a golpecitos. Luego cenamos en un restaurante del puerto, y terminamos la noche bailando en “Tito´s “ Al día siguiente, domingo, quise pasarlo con ella, pero me dijo que no podía ser. Junto a la” pajarera”, me dio un apasionado beso y la vi desaparecer tras las espinosas chumberas.

Han pasado treinta años.

Se tornaba roja de vergüenza la tarde, cuando bajaba por la calle de Montera hacia la Puerta el Sol. Me llamó la atención aquella mujer toda vestida de verde, incluido su pelo, apreté el pasó, y ya cerca de ella, toqué su hombro con timidez. Al volver su cara, vi sus verdes ojos, los párpados eran pesados como una sentencia ¡Todavía era bella! Me reconoció al instante y con una voz suave y ahogada me dijo:

  • Gallego... ya no puedo tomar ensaimadas, tengo el azúcar muy alto.

Y besando su dedo índice lo llevó a mis labios, me regaló un proyecto de sonrisa, y se perdió despacito por las esquinas de la noche.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y recordé los versos del Poeta

“ El viento dejaba

en la boca un raro gusto

de hiel, de menta y de albahaca.”


JAVIER BUENO

lunes, 2 de noviembre de 2009

LOS TRES CERDITOS (Revisited)

Chemtrails visibles en todo el planeta

LOS TRES CERDITOS (Revisited)


Yo tenía una granja en México...

El primer trimestre del año 2009 había transcurrido entre grandes sobresaltos para los seres humanos. A la penuria económica, se le añadían graves catástrofes naturales y desórdenes sociales. La humanidad de los “cuellos blancos”, las “top models”, los “ipods” , los” blu ray”, los “megaeventos”, los G20 y las M50, los parques temáticos y los resorts de cinco estrellas y el “beluga” y los monovolúmenes. En fin, todo el lujo cotidiano y despilfarro de unos cuantos, contrastaba con las masas de emigrantes, sucios, malolientes, bajitos y culones, de piel oscura y uñas renegridas, parientes directos de “cromañones y neandertales poco evolucionados social y culturalmente, pasto de piojos y miseria que pululaban por todas las ciudades abarrotando los parques, las calles, y llenando los comedores del “Pollo frito del Coronel y del Sr. MacDonals”.

Ya no tenían bastante con hacer sus barbacoas de extrarradio, cada vez se permitían acercarse más y más a los barrios de élite y codearse con la “gente bien” de toda la vida.

A estas alturas de la película, sólo quedaba tomar una solución definitiva.

La sombra, reunió a sus ministros y pusieron en marcha el plan de emergencia “ los tres cerditos”, consistente en la inoculación de un “virus de influenza” al ganado porcino del tipo H1N1. Un virus de diseño mejorado que sería mucho más eficaz que los experimentados con anterioridad, VIH e INFLUENZA AVIAR, y que no obtuvieron los resultados esperados. Este nuevo virus selectivo en cuanto a razas, diezmaría a las poblaciones más indefensas físicamente debido a su mala alimentación y condiciones de vida precaria. Y empezaría a debilitar paradójicamente a los más jóvenes, llevándoles en pocas semanas a la muerte. En las sociedades más evolucionadas, el virus no sería mortal, y no pasaría de ocasionar algunos molestos síntomas pasajeros. Y si alguien no predestinado al virus sucumbía, pues bueno... Todo tiene “efectos colaterales”.

Se eligió una pequeña granja en Veracruz (México). Allí dos enviados de la “sombra”, cumplieron su diabólico plan infectando a mamá cerda y a sus dos retoños.

A los pocos días, el virus saltó a los humanos. Unas misteriosas estelas de nubes, como si fueran caminos, aparecieron en los cielos. Y el destino empezó su carrera. Las mascarillas se agotaron en las farmacias en pocos días y la cotización de las acciones en los laboratorios comenzó a subir como la espuma. En el mundo, cientos de millones de personas toman diariamente varios medicamentos.

viernes, 23 de octubre de 2009

LA VIDA AMPUTADA


LA VIDA AMPUTADA

Odio el amaranto de los cementerios,
los ángeles grises de los cementerios,
ese pasto de gusanos en que desemboca la vida,
el llanto incontenible de los inconsolables,
y el color desvergonzado de las flores sobre el luto.

¡Nos robaron el tiempo, padre!
Nuestro tiempo y las sonrisas.
Perdimos la intimidad del padre y del hijo,
con el cerbero siempre en la puerta sembrando odio,
y dando mordiscos de niebla.
Desayunábamos esa dosis diaria de acíbar
que conlleva el vivir.

¿Por qué nos dieron, padre,
una vida amputada de tiempo feliz,
sin miel ni cantueso,
de gritos y silencios,
de puertas cerradas,
y días sin perlas,
de eternas noches,
de gritos sin eco,
de días, sin días?

Arvikis

domingo, 18 de octubre de 2009

AZUFRE EN LAS VELAS

Arthur Rimbaud

AZUFRE EN LAS VELAS
"Sus oídos son sordos al tic tac de los relojes, al rugir del mar y al abrazo árido de los acantilados. Las catedrales se han hundido definitivamente en las simas inalcanzables.
Llueve y llueve sobre el bosque sombrío, sobre el sillón de orejas y sobre la negra coraza de los escarabajos de noviembre. Se han desnudado los álamos de páginas inservibles y las amanitas escancian su licor de muerte. Los pajecillos siguen en la alameda con sus rubias melenas al viento y sus rostros de nada, desgastando los talones por los ásperos senderos.
- ¿Dónde estás, madre? pregunta Arthur.
Pero todos son truenos en el oscuro silencio.
- Paul, Paul... Dame tu mano, líbrame de estas bestias que trituran mis piernas.
- ¿ Por qué son tan ácidas las manzanas y el vino tan azul?
- ¿Dónde estás, Dios? Por qué no me apartas de este infierno hecho a mi medida, de este mar de incandescente magma, donde mis blancas velas se cubren de azufre.
¿De quién es este cuerpo vomitado? ¡Madre! ¡Madre! Reúne las sillas alrededor de la mesa y alimenta a las panteras, pero no las mires a los ojos, sobre todo al alba.
Quiero escribir mi testamento con letras de colores, y volver al estanque de las ranas amarillas, para llenar mi boca de lenguas ajenas y salpicar mi cuerpo de gotas de luna.
Perdóname, Paul, por ofrecerte un cuerpo macerado de olores ajenos. Me hubiera gustado beberme la vida a sorbos contigo y que pusieras paz a mis arrugas.
¡Quitadme esos gusanos negros que se comen mi rodilla! ¡Espantad las moscas que aletean sobre mi cabeza, y aplastad a los escorpiones que anidan en mi garganta!
Tengo frió... ¿Quién me ha cubierto con este manto de ruina y algas? El barco se ha detenido, las velas están desgarradas. No se como se llama este océano insípido y enfermo que se traga mi arco iris. No importa, quiero dormir. Ya lloré demasiado... "
A la memoria de Arthur Rimbaud (Francia 1854-1891)
Javier Bueno

martes, 13 de octubre de 2009

ELLA




ELLA


Para ella atardecía desde siempre; todos los días inexcusablemente se quedaba mirando la puesta de sol desde el faro, tendida sobre las afiladas rocas del acantilado. Allí plantaba cara al viento, que siempre solía soplar en la isla al atardecer. Refugiaba sus níveos y delgados brazos en la desgastada chaquetilla de ganchillo, que su abuela le regaló en la época de las sonrisas. Mirando al infinito recordaba todas las humillaciones que había sufrido por parte de su madre, violada en la juventud y obsesionada en ver el sexo como algo sucio y maligno. No podía olvidar el día que conoció a Martín, el único chico que se le había acercado, y con el que un día fue al cine a ver " Tal como éramos" , una triste historia de amor imposible. Aquel día llegó a casa un poco más tarde. Su madre se encontraba con unas vecinas, y delante de ellas la insultó y abofeteó sin pudor. Al día siguiente la llevó al médico para que la reconociera y certificara que estaba "intacta". Como así fue. Por aquel entonces, había cumplido ya veinte años. Toda la vida tuvo que vivir de esta forma cruel, sin separarse de su madre, que acababa de fallecer con noventa años de maldad en sus entrañas. En el fondo y en la superficie siempre la había odiado, ya que era la representación viva de su trauma.

Ella había llenado su vida de nada y puestas de sol. Ya no lloraba, sólo miraba el vacío. A veces su ajado cuerpo era salpicado por las gotitas que se desprendían de las olas en su violento choque contra las rocas, esto le hacía reaccionar y la devolvía al mundo, haciéndola sentirse viva. Ahora que era libre, ya no le quedaban fuerzas para nada. Otra vez atardecía, pero hoy sintió que el mar no la abandonaría.

jueves, 27 de agosto de 2009

jueves, 20 de agosto de 2009

A VUELTAS CON LA LUNA

Rita Hayworth en "La Dama de Shangai" de Orson Welles

A veces, tropiezo con la Luna en noches de blanco y negro, y me siento felizmente atrapado, en un mundo como el del cine de Welles. Camino en todas direcciones, y termino acortando distancias al garito más cercano. A ver si allí, por fin encuentro a la “Dama de Shangai".

viernes, 24 de julio de 2009

LUNAS EN EL CIELO


LUNAS EN EL CIELO

El 20 de julio de 1969 hacía mucho calor, demasiado calor. Las hortensias languidecían, y las balsaminas inclinaban las puntas de sus hojas lanceoladas, rindiéndose al astro Rey ¡Yo no fui a la luna!, sino mucho mas lejos. Con mi mayoría de edad recien estrenada y el cuaderno de bitácora intacto, mi imaginación soñaba con un mundo abierto a la aventura. No pensaba, ni por asomo, instalarme en ningún “mar de tranquilidad”, al menos de momento. Todo lo contrario, yo quería dirigir películas, soñar y hacer soñar a la gente.

Mientras caminaba de la mano de mi tía María Luisa visitando el jardín de su casa de “La Pedriza” , hacía planes para un futuro que llegaría mucho antes de lo que podía imaginar. Mi abuela Teresa preparaba conserva de tomate en la cocina, ajena a todo eso de “la luna”. Esperábamos al tío Enrique, que también venía del cielo, como casi siempre, pues era piloto. A menudo bromeaba con que en noches de luna llena, se podía ver la bandera americana. Yo creo que en el fondo nunca se creyó que el hombre pisara la Luna. Aquel día, por fin llegó de viaje, con una caja llena de cocos y piñas bajo el brazo . Mi tía le dio un abrazo, y le preguntó que quería para cenar. El dijo que tortilla de patatas. Nos pusimos a cenar, y luego nos fuimos todos a “la luna”.

lunes, 22 de junio de 2009

LA VIDA CONTIGO, LA VIDA...SIN TI



La vida contigo, la vida... sin ti

(A mi Padre)

¡Padre mío, que estás en los Cielos!

¿En donde ibas a estar, sino allí, después de una vida cruel que amputó tu cuerpo y tu memoria?

Si el dolor es una inversión para la vida eterna, como dicen por ahí. Debes además estar situado en lugar preferente. Un año después de tu partida, echaré de menos no tener que comprar ningún regalo el diecinueve de marzo. Aunque el del año pasado, lo dejaste sin estrenar.

En mi recuerdo, hay un niño muy pequeño con una gorrita de paja que camina de la mano de su padre, en la otra sostiene un paquete de pan duro. Va alegre, es domingo, se dirige a la casa de fieras, para dar de comer a los animales. Aprieta los pies contra el suelo y levanta polvo, que ensucia sus blancas sandalias.

¡Mira pápa! ¡Mira pápa! El oso, ¡Mira, corre vamos a ver a los monos! Y al elefante que está allí mas lejos. ¡Mira pápa! Mira...

Otras veces, íbamos a la matinal del cine Actualidades a ver películas de Tom y Jerry y del Pájaro Loco.

Lugar de cita obligada, era la Tómbola Diocesana de la Vivienda, en el Paseo de la Castellana. Puedo ver los pequeños cromos de monumentos y ciudades de España y su reverso. “Opción para el sorteo de un SEAT 600” el próximo 25 mayo” , “Vale por una bolsa de caramelos refrescantes El Turco” o el de: “Vale por una pastilla de jabón perfumado Lacitos”. Otras decían “Vale por un salero”, recuerdo que un día volvimos a casa con seis o siete saleros. ¡ Que bien lo pasábamos esperando que nos saliera el “Sobre Sorpresa”!

He pensado varias veces, que nos hemos perdido muchas cosas el uno del otro. Yo de ti como padre, y tu de mi como hijo. Sé que no fue así por nuestro gusto, y que las circunstancias mandaron. Aunque tampoco hicimos mucho por cambiarlas. La realidad es que Dios se llevó a mamá cuando tenía ocho años y cuando cumplí catorce , como regalo de cumpleaños me envió una madrastra como a "Blancanieves", que te apartó de mi . En solo dos septenios, la vida me hizo adicto a la tristeza. A partir de entonces y hasta los dieciocho viví mi particular infierno de soledad y cariño paniaguado de hola y hasta mañana, encerrado en mi habitación de clausura día tras día. Al igual que tu, entre la espada y la pared. Y mas tarde, al terminar la “mili” y emanciparme, nuestra relación no paso de ser circunstancial, ocasional o motivada por algún evento familiar. Pero la vida nos regalo aquella tarde a los dos solos, ese abrazo que fue bálsamo de carencias, encuentro y despedida en un fugaz instante poco antes de serte arrebatada la cordura.

Solo cuando estabas en el hospital, podía verte con entera libertad. Fue tu vida agitada y dolorosa singladura, de amarres en costas hospitalarias. De soledades en fríos corredores de fondo y carreras en camillas. De miradas verticales y rechinar de ruedas.

Hedor de muerte, impregnando las paredes blancas en habitáculos sin tiempo. Esperando siempre el mañana, a ver si hay suerte y se refresca la vida por algunos momentos y poder respirar otros aromas que no estén atrapados en botellas de cristal.

Y sueños de cancerberos que devoran las entrañas y te ofrecen un mañana con el cuerpo desmembrado, y te hacen preguntarte... ¿Vivir, era esto?

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