Hace cinco años, nos dejaste, después de una dura batalla contra el dolor. Gracias por tu bondad y actitud generosa en todo momento. Con agradecimiento al personal de la Residencia Monte Carmelo de Madrid.
PADRE, ME DUELE TU AUSENCIA
Desde mi universo sin sol,
sigue creciendo mi cariño
Me encuentro feliz pues te siento joven,
abandonado ya el cuerpo
que te hizo esclavo
y te encadenó al dolor.
Padre, por fin
ha terminado el tiempo oscuro
y aquellos malos sueños
que poblaron tus noches.
Han vuelto al mar los peces, ya no están
debajo de tu cama,
ni salen a asustarte
cuando llega la sombra
del mediodía.
Padre, mis lágrimas no son amargas,
se han tornado dulces y generosas
como fue siempre tu mirada
y el hueco de tus manos.
GRACIAS, PADRE,
por ser semilla buena del Dios Bueno
que en tu ser habita.