JAVIER, BUENO JIMÉNEZ
EN LA TERTULIA DEL GRUPO LITERARIO TINTAVIVA
DE CULTURAL TELÉFONICA DE MADRID
Hoy me corresponde hablarles de una persona muy especial para mí, nada menos que de mi compañero de viaje, mi querido Javier Bueno Jiménez, la persona con la que he formado un tándem en el que abundan mucho más las rosas que las espinas. Y dicho esto, ustedes estarán pensando: ¡La que se nos viene encima. Anda que no va a darle jabón! Pues hacen mal, porque él mismo me ha pedido encarecidamente que no le dedique alabanzas de ningún tipo, de las que no se cree merecedor. Y en ese ruego que me ha hecho queda patente su grandeza personal, tanto como la maldad mía, ya que no pienso hacerle ningún caso. Javier nació en Madrid, en el año 1951. Ha cursado estudios de Publicidad, Arte Dramático, Cinematografía, Maquillaje y Caracterización, Diseño de Iluminación, y Parapsicología. Su vida laboral ha transcurrido entre Iberia y la Galería de Arte Albaquercus, aunque su dedicación vocacional está vinculada al mundo de la interpretación, la creación literaria y las artes plásticas.
Entre sus publicaciones se encuentran: "Hoy he sabido que nacerás mujer", "Martelink", y "El orgasmo fluvial de Lolita Valor". También ha sido incluido en libros colectivos como: "Encuentros en la Parisiena", "Libro de vivencias en el transporte público", "Blanco Negro y otro color", "Antología poética Raíces de Papel", y "Poesía en diciembre". Algunos de sus trabajos han sido publicados en periódicos, revistas y páginas digitales.
Su obra ha sido repetidamente galardonada, habiendo obtenido los premios: Poesía sobre la Mujer, Beatriz Cienfuegos (Madrid, 1997), 2º clasificado en el Certamen de relato corto de la Casa de Aragón en Madrid (2004), Primer premio en el III Certamen de Narrativa Dulce Chacón -FAECAM- (Madrid, 2006), Relato finalista seleccionado por la Comunidad de Madrid para su publicación en el volumen "Libro de Vivencias en el Transporte Público" (Madrid, 2008), y a estos hay que añadir varios más otorgados a sus fotografías.
Es codirector de la Plataforma Cultural Raíces de Papel y de la revista digital del mismo nombre, desde las que auspicia el Certamen de Microrrelatos de Cine "Arvikis-Dragonfly". Tras el seudónimo de "Arvikis" desarrolla una amplia actividad como fotógrafo, y tiene a su cargo una veintena de blogs de temáticas muy variadas, aunque su preferido es el dedicado al Séptimo Arte. Pertenece a la Asociación de Escritores y Artistas y al Grupo Literario Tintaviva.
Hoy quiere presentarnos al último de sus retoños, un pequeño poemario, y digo pequeño no porque sea una obra menor sino por su reducida extensión, doce poemas en total; los que admitían las páginas de la colección "Breviarios Raíces de Papel", donde ha sido publicado. La dualidad de su carácter, a veces juguetón y otras trágico, se pone de manifiesto en la portada de la publicación, donde señorea un título que pretende confundir al lector, el cual no sabrá muy bien si hay una errata de imprenta en el mismo o es que el autor desconoce las normas de puntuación de la Real Academia Española de la Lengua. Pues ni lo uno ni lo otro. Javier ha querido simplemente jugar, jugar con dos palabras: Lamentos y Amentos. ¿Y cómo debemos leer ese título? ¿Lamentos en otoño? ¿Amentos en otoño? Eso no es problema que yo vaya a resolver, que para eso tenemos a Javier aquí, y es a él a quien corresponde aclararlo. Aunque no me resisto a decirles que, personalmente, creo haber encontrado la clave en los primeros versos del poema que abre el Breviario, "Es ahora, en otoño, / cuando más persigo / el tiempo imposible / del dorado amento. Parece que el poeta, cercado por los grises del otoño de su vida, añora el tiempo del racimo fresco, al que sus manos, ya cansadas, no consiguen rozar, y ambas palabras se confunden en su interior como un desgarro. Pero vaya usted a saber. Conociendo a Javier, seguro que su visión no tiene absolutamente nada que ver con la mía, o sí. El poemario, para mí, es un hermoso canto a la nostalgia, la niñez, repleta de promesas y palomas, sobre las que contemplar en vuelo la pequeñez del mundo, hasta que la madre se diluye entre recuerdos que viajan en tranvías que ya nunca más pasarán por la Puerta del Sol, "Yo fui una vez el niño al que engañó la vida,.../, la juventud perdida en años de aprendizaje, entre codos clavados en pupitres de lágrimas y caimanes, sin haber podido gozar lo suficiente de los seres queridos, el lejano padre, casi secuestrado entre telarañas, tejidas por manos que nunca inventaron caricias, "Nos han robado el tiempo, padre, / nuestro tiempo de besos y sonrisas...", el abuelo, refugio de cariño y diálogo, "¡Ay, abuelo! / ¿Qué ha pasado, hijo mío? / La vida, abuelo / ha pasado la vida; / el día de mañana ya llegó...", tía Pepita, la que regalaba sonrisas en tardes de nácar y Mediterráneo, "De niño construía / cometas con tus hilos de colores / sin sospechar que el viento / puede ser vendaval.../. Al escribir este poemario creo que Javier estaba sufriendo una terrible sequía, clavada en su costado como daga de lágrimas, "Pero no llueve, / miro al cielo y descubro / que ni una sola nube nos vigila.../". A veces es necesario el dolor para poder crear versos tan hermosos como son éstos que atesoran el poemario L"amentos" en otoño, "amentos en otoño", o como quiera que haya que decirlo. Ojalá la próxima entrega de mi querido compañero tenga el verdor de los vergeles en primavera. Mientras tanto, Javier, felicidades por este trabajo exquisito.
Juan Calderón Matador
Madrid, 5 de Marzo de 2012
Hay un niño que empieza a caminar
que muerde en cada esquina,
que acuden a clavarse en las rodillas,
y madres que se ausentan,
¿cuándo me crecerán las alas,
ver desde arriba el mundo?
Tendré que recorrer multitud de pupitres
y verter muchas lágrimas,
recorriendo el camino con la luz apagada,
pisando a los caimanes, recibiendo mordiscos
al extender los brazos, y al final
recoger los despojos y caminar sin rumbo,
mirando al cielo y esperando
después de que la vida se detenga.
¿cuándo me crecerán las alas,
ver desde arriba el mundo?
Nos han robado el tiempo, padre,
nuestro tiempo de besos y sonrisas,
sembrando odio y extendiendo niebla.
Por qué nos dieron, padre, una vida
sin tiempo para la felicidad,
-¿Qué ha pasado, hijo mío?
el día de mañana ya llegó.
No me dijiste que sería tan pronto,
pero ya soy un calco tuyo, abuelo;
Quiero decir que soy como tú
porque ya tengo el pelo blanco
y la espalda doblada por el maldito otoño.
Dime qué debo hacer, abuelo,
si aún no he aprendido a ser anciano,
pero es tan grande el peso de la vida
Quién lo iba a pensar cuando decías:
igual que ahora lo eres de esta casa.
Pero el tiempo ha pasado muy deprisa
-Te estás equivocando, nieto mío,
eres bastante más de lo que piensas,
TÍA PEPITA
De niño construía
cometas con tus hilos de colores
sin sospechar que el viento
puede ser vendaval
para arrastrarnos hacia lo invisible.
Quiero volver a ser aquel chiquillo
y revivir las dulces tardes
de batidos de fresa
y sueños en technicolor.
Ver una y otra vez,
como en sesión continua,
nuestra propia película,
saltar sobre las olas
con las sandalias transparentes
y llenar hasta arriba el cubo
con sonrisas y nácar
en el Mediterráneo, a la espera
del capitán que viene, con su uniforme blanco,
desde el séptimo cielo, en un corcel de nubes,
para gozar sin pausa la espuma de los días.
(Poemas incluidos en el Breviario Raíces de Papel, L "amentos en otoño",
Ediciones Cardeñoso, 2011)